Marruecos tortura a saharauis con “total impunidad”, según grupos de derechos humanos
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Trinidad Deiros
18-10-2012
MADRID // Mohamed Dihani es un joven saharaui de 26 años cuyo único “delito”
probado ha sido el haber participado en manifestaciones a favor del derecho a
la autodeterminación de la antigua colonia española. También en alguna
celebración para dar la bienvenida a otros saharauis que previamente habían
sido detenidos por las autoridades marroquíes, uno de ellos un primo suyo.
Pese a ello, este joven sin antecedentes penales que se ha ganado la vida
ejerciendo diferentes oficios –camarero en Livorno (Italia), vendimiador,
comerciante de piezas de coche- está recluido desde hace más de dos años, ahora
en la prisión de Sale II, en Marruecos, donde cumple una condena de diez años
de cárcel por terrorismo yihadista.
Un cargo de extrema gravedad que el tribunal marroquí que lo juzgó dio por
válido con una única prueba de cargo: “una confesión obtenida bajo tortura”,
explica Mariángeles Paramio, letrada ante la Corte Penal
Internacional y secretaria de la sección de Derechos Humanos del Colegio de
Abogados de Zaragoza.
Este Colegio, junto con la Asociación Española para el Derecho Internacional
de los Derechos Humanos (AEDIDH), Western Sahara Human Rights Watch (WSHRW) y la Asociación Pro
Derechos Humanos de España (APDHE) han presentado una campaña para denunciar
este caso, que consideran paradigmático de la persistencia de la tortura a
saharauis en Marruecos.
Piden también que en la apelación, el 12 de noviembre, Mohamed Dihani tenga
“lo que hasta ahora no ha
tenido: un juicio justo”.
Un misil contra el Vaticano
Al tribunal marroquí que lo juzgó en primera instancia le importó poco que
Dihani se retractara de su confesión y denunciara haber sido salvajemente
maltratado y violado para obligarlo a que reconociera una larga serie de
confusas acusaciones, algunas bastante rocambolescas. Por ejemplo, la de haber
planeado disparar un misil contra San Pedro del Vaticano, con intención de
matar a un miembro indeterminado de la
Curia romana.
Cabe esperar que semejante acusación hubiera dado lugar a algún tipo de
seguimiento policial o registro, escucha o investigación sobre la forma en la
que este atentado se iba a financiar, si se había establecido contacto con
algún traficante de armas o explosivos, y demás actuaciones normales en un caso
de terrorismo. Nada de eso figura en la acusación de la fiscalía marroquí.
De hecho, explica la letrada zaragozana, contra Dihani “no hay nada, sólo
pruebas obtenidas bajo tortura, pruebas inválidas, por no decir falsas”.
Seis meses en un centro de tortura
La abogada recuerda que la “vulneración de los derechos fundamentales” del
joven empezó cuando, según han denunciado él y su familia, agentes de la DST (Dirección de Vigilancia
del Territorio en sus siglas en francés, el contraespionaje marroquí) lo
secuestraron y sometieron a desaparición forzosa el 28 de abril de 2010, seis
meses antes de la fecha oficial de su arresto.
Mientras sus padres se desesperaban buscándolo en vano y poniendo denuncias,
Dihani asegura haber permanecido en el centro de detención que la DST tiene en Temara, a 15 kilómetros de
Rabat.
Secreto hasta 2004, este centro ha sido objeto de reiteradas denuncias por
parte de
Amnistía Internacional y
Human
Rights Watch, que han documentando la práctica de la tortura en sus
instalaciones.
Los malos tratos son especialmente graves cuando se trata de acusados de
delitos de terrorismo, casos en los que la tortura es “mucho más cruel y
sistemática”, deploró en un informe el Relator de la ONU contra la tortura y los
tratos inhumanos y degradantes, Juan Méndez, que visitó en septiembre Marruecos
y el Sáhara Occidental.
Para Mariángeles Paramio el contexto en el que se producen estas
“violaciones de los derechos fundamentales de saharauis” como Mohamed Dihani se
resume con una palabra: “impunidad”.